Hispanoamérica, Colombia, Latinoamérica, España: Un proyecto historiográfico decimonónico común (por aparecer en Revista de Occidente)

Jorge Cañizares-Esguerra
12 min readAug 18, 2023

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Entre 1780 y 1782 sendas rebeliones populares en Alto Perú y Nueva Granada pusieron en entredicho el control de la monarquía española sobre sus colonias. Mientras se desataban las rebeliones de Tupac Amaru y los comuneros de Nueva Granada, el jesuita exiliado Juan Pablo Viscardo y su hermano apresuradamente se ponían en contacto con el gobierno británico para organizar una invasión marítima que apoye a los rebeldes y libere América del ‘yugo’ español. Precisamente en los años en que la monarquía española apoyaba a los rebeldes norteamericanos poniendo en aprietos a fuerzas navales y terrestres británicas en Mobile, Pensacola y Bermuda, Viscardo azuzaba a los británicos a hacer lo mismo en apoyo de los rebeldes peruanos y nuevo granadinos. A pesar de que su campaña no prosperó, Viscardo no dejó de buscar hasta su muerte en 1798 el apoyo británico para desatar una revolución en Hispanoamérica.

Carta del Rey a Arzobispo de Santa Fe aprobando capitulaciones con comuneros. Colección de Juan Pablo Viscardo. Archivo Francisco de Miranda, Colombeia. Tomo 1, doc 8. f. 27. Archivo General de la Nacion. Venezuela.

Francisco de Miranda no sólo heredó los papeles y archivos de Viscardo sino también la misma obsesión por liberar Hispanoamérica de los ‘horrores’ del colonialismo español. Fue precisamente Miranda quien promovió la publicación de las ideas de Viscardo en prensas en Paris, Londres, Filadelfia, Buenos Aires, Lima, y Bogotá a partir de 1799. El panfleto de Viscardo, Carta a los españoles- americanos, estimulaba a los ‘hispanoamericanos’ a romper las ‘cadenas’ ‘coloniales’ que lo mantenían ‘esclavos’ de España.

Entre 1780 y 1782, precisamente los años Viscardo viajaba a Londres con información sobre Tupac Amaru, su compañero de exilio, el Jesuita el catalán Juan Nuix, publicaba en Italia y España una defensa acérrima de la conquista y colonización española: Reflexiones imparciales sobre el humanitarismo de los españoles. Nuix buscaba contradecir el tipo de visiones del pasado colonial que Viscardo y Miranda popularizaron más tarde. Pero a pesar de las diferencias de interpretación sobre el pasado colonial, los textos de Nuix y de Viscardo se construyeron en realidad sobre premisas historiográficas similares.

La historiografía patriota inaugurada por Viscardo hizo desaparecer a ‘España’ del pasado, celebrando el renacimiento de las civilizaciones amerindias destruidas por la conquista como cimiento de las nuevas naciones. La historiografía realista inaugurada por escritores como Niux, por otro lado, crearon narrativas de excepcionalismo imperial que le permitieron a España constituirse como nación en el siglo XIX. Comparando permanentemente las políticas segregacionistas, racistas, y excluyentes de los imperios británicos y los EEUU en América, los realistas coloniales y los nacionalistas decimonónicos catalanes y castellanos hicieron del español un imperio cuyo énfasis fue la integración e incorporación de razas bajo un mismo lenguaje y religión, no la exclusión de negros y la eliminación física de naciones indígenas. Las guerras revolucionarias haitianas llevaron a los patriotas hispanoamericanos poco a poco a incorporar el mismo discurso de armonía racial que caracterizó el discurso realista colonial y nacional “español” decimonónico catalán y castellano. Conforme se enfrentaron a un agresivo imperialismo norteamericano, las nuevas naciones hispanoamericanas gradualmente fueron creando un discurso histórico comparativo. Aunque su origen fue el deprecar racista de lo ‘mestizo’ como degenerado, la categoría de raza “Latina”, sin embargo, ayudó a la nuevas naciones a diferenciarse de los EEUU. Pero conforme se apuntaban marcadas diferencias históricas con lo Anglo Sajón, las nuevas naciones se fueron acercando al discurso de excepcionalismo imperial hispano, caracterizado por una aproximación comparativa al pasado y una ideología de armonía racial e integración a partir de un lenguaje y cultura común. No debe sorprender entonces que el discurso de lo ‘latinoamericano’ de mediados de siglo, que originalmente hacía desaparecer a España de los pasados nacionales, pronto se transmutó en hispanismo: Un regreso a España.

El ensayo consta de tres partes. En la primera, exploro como el proyecto “patriota” de las independencias, representado por Viscardo y por Miranda, borro completamente a España del pasado nacional. La colonia se convirtió en un periodo de tres siglos que era preferible olvidar. La nacion se construyó como continuidad de un grandioso pasado indígena que sobrevivió silenciado entre los hijos mestizos de conquistadores y cacicas. En la segunda, identifico el discurso realista colonial y nacionalista-imperial español, representado por Niux y las celebraciones decimonónicas ibéricas a Colón, en el que lo colonial aparece como excepcional en un marco comparativo Atlántico de imperios. En contraste con los británicos y norteamericanos, España aparece como un proyecto civilizatorio de armonía e integración racial que permitió la creación de comunidades negras libres y ciudadanas y que respetó el derecho de las naciones indígenas a sus territorios. Concluyo con la emergencia geopolítica de “latinoamérica” a mediados del XIX. La tercera sección explora cómo la expansión imperial de los EEUU en Texas, Panama, California, y Nicaragua generó en Hispanoamérica una historiografía comparativa resaltando las diferencias entre sociedades de razas “latinas” y ‘anglosajonas’, las primeras racialmente mestizas e integradoras, las últimas supremacistas, excluyentes y segregadoras. Aunque este discurso originalmente no tenía ningún interés en recuperar España al pasado nacional, ultimadamente imagino el pasado en términos similares a los de realistas coloniales como Niux: A diferencia de los EEUU, Latinoamérica se construyó sobre el mestizaje y la armonía racial.

En su Carta a los españoles-americanos, Viscardo, quien venía de familias de conquistadores y caciques de Arequipa, sostuvo que los conquistadores se unieron a mujeres de élite indígenas y generaron familias mixtas de encomenderos y caciques. En vez de convertirse en las elites de América, sin embargo, estos mestizos fueron usados por virreyes como Toledo como carne de cañón para organizar expediciones a fronteras, es decir fueron expulsados de los centros de poder. De acuerdo a Viscardo, la expulsión de cientos de jesuitas en 1767, incluido él y su hermano, no fue más que una repetición de este mismo modelo. Viscardo presentó una historia que resaltaba el desconocimiento de la monarquía de los contratos coloniales originales. El primer acto de absolutismo y arbitrariedad hispánica, señaló Viscardo, comenzó el momento en que la corona española desconoció el contrato que firmó con Colón. Este absolutismo original creció conforme el sistema económico que transfería la riqueza minera americana a la corona limitó el intercambio comercial a ciertos puertos e impuso una infinidad de impuestos. Unas colonias que nacieron de contratos terminaron lideradas por tiranos. La Inquisición no hizo más que añadir ignorancia y terror al autoritarismo mercantilista y empobrecedor. De acuerdo con Viscardo, las rebeliones de Tupac Amaru y los comuneros de Nueva Granada sugerían que la población hispanoamericana había llegado a un limite de lo que estaba dispuesta a tolerar.

Miranda tomó las ideas de Viscardo y transformó Hispanoamérica en “Colombia”. Colombia era un continente cuyas élites mestizas de caciques y criollos buscaban escapar el absolutismo español que despojó a Colón de su contrato. Con “Colombia” Miranda prometía el regreso a un mundo de respeto a los contratos. Por cerca de 20 años, de 1786 a 1806, Miranda, como Colón, incansable vendió su proyecto en cortes europeas. Miranda, en particular, buscó convencer al gobierno británico y al de los Estados Unidos de que su Colombia continental estaba lista a liberarse de la “esclavitud” a la que había sido sometida por España. A cambio de préstamos, armamentos y flotas de soldados, Miranda prometía a los británicos y norteamericanos un mundo de minas, moneda, e infinitos nuevos mercados. Una vez liberada, Colombia debía imitar los modelos constitucionales británicos (de monarquía con elección de parlamento) y norteamericanos (de balanza de poderes). La imitación, sin embargo, tenía límites. El modelo constitucional que Miranda desde 1790 buscó vender repetidamente a los británicos y norteamericanos incluía una monarquía constitucional de Incas y de Amautas

Carta de mIrandistas a John Turnbull pidiendo apoyo militar y describiendo constitución Inca. 1798. Archivo Francisco de Miranda, Colombeia. Tomo 1, doc 118. f. 150.. Archivo General de la Nacion. Venezuela

Para Viscardo y Miranda los colombianos eran más“indios” que españoles. Esta idea caracterizó la independencia. Juan Servando de Mier, quien se reconoció como descendiente del conquistador de Monterrey, pero también como pariente de Moctezuma, abogó por el cambio del nombre de Nueva España a Anáhuac. Mier hizo público su rechazo a las nuevas reglas de ortografía de la Real Academia de la Lengua que buscaban eliminar la “x “ por la “j”. El remplazo, Mier argumentó, no permitiría que Nueva España se convirtiese en México, con la glotal x característica del Náhuatl. La Gran Logia de la Águila Negra de México, liderada por quien sería presidente Guadalupe Victoria, dio a todos sus miembros masones en Europa y América el nombre de “indios”. Este fenómeno ocurrió en toda Hispanoamérica. Los nuevos granadinos remplazaron el nombre de su capital Santa Fe con el nombre de la capital de los Muiscas, Bogotá. La república argentina de Belgrano dedicó el congreso constituyente de Tucumán de 1814 a crear los artículos de una monarquía Inca. Los chilenos organizaron su nación alrededor del culto a los líderes Lautaro y Caupolicán, héroes antihispanos, araucanos del poema épico de Ercilla. Hispanoamérica a partir de la independencia borro historiográficamente a España

Este modelo historiográfico, sin embargo, nació con límites precisos. La Colombia mestiza de Miranda, debía evitar los excesos de la revolución francesa y particularmente los de Saint Domingue, una sociedad colonial que, de acuerdo con Miranda, fue destruida por la polarización y violencia racial. Miranda vivió la violencia de la revolución francesa en carne propia. Exhausto de la reticencia británica a apoyar levantamientos locales en Hispanoamérica, Miranda dejó Londres en 1792 para a promover su proyecto colombiano en la Francia revolucionaria. Ese año el Directorio, le otorgó el mando de tropas en la frontera con los Países Bajos e inmediatamente después la dirección de las tropas francesas en Saint Domingue, desde donde él podría promover la guerra y la revolución republicana en el corazón mismo del Caribe español. Miranda rehusó el cargo conforme presenciaba la radicalización girondina. Pronto el Terror y Robespierre enviarán a Miranda a la cárcel por más de tres años. Miranda pasó la mayoría de esa década o en prisión o envueltos en procesos judiciales. Agotado, Miranda regresó a Londres hacia 1798, buscando para Colombia una revolución como la de los EEUU, moderada y ordenada. Era preferible la tiranía española, Miranda repetiría una y otra vez as su aliados británicos y norteamericanos, a una revolución como la de Haití. El pecado haitiano consistió en haber transformado una revolución anticolonial en una guerra de razas. Para Miranda Haití era la antítesis del modelo de sociedad colombiana que él buscaba. Colombia debería ser una sociedad “mestiza” y de contratos, una sociedad de “armonía” racial.

Paradójicamente fueron realistas, los enemigos de Viscardo y Miranda, los que mejor desarrollaron la tesis de armonía racial que más tarde se convertiría en pilar ideológico e historiografico de las nuevas naciones hispanoamericanas y en parte de la definición misma de “Latino” América.

Cuando Viscardo buscaba en Londres apoyo a las rebeliones de Tupac Amaru, Juan de Nuix sacaba a luz su argumento a favor del ‘humanitarismo’ hispánico en las colonias americanas. Nuix no negaba que las políticas comerciales españolas habían empobrecido a España y sus colonias, pero la responsabilidad recaía en otros. De acuerdo a Nuix, España originalmente creó en las Indias una vibrante sociedad comercial que a raíz de su éxito se vio atacada por armadas, filibusteros y piratas. Las políticas coloniales de restricción comercial e impuestos fueron el resultado de políticas de autodefensa contra los crecientes ataques extranjeros. Para Nuix, Colón no fue una victima del absolutismo arbitrario del rey. El rey católico Fernando fue obligado a intervenir en Hispaniola para defender a los indígenas de las políticas esclavistas de Colón. De acuerdo con Nuix, la corona creó un sistema de control contra la crueldad de conquistadores. El texto de Nuix es un largo estudio comparativo del colonialismo europeo en América que resaltaba las políticas deliberadas de exterminio y crueldad francesas e inglesas para contrastarlas con el humanitarismo hispano. De acuerdo a Nuiz, los rivales ingleses y franceses crearon sistemas de esclavitud y de tortura de africanos y de exterminio de indígenas, mientras los españoles se concentraron en la conversación y transformación de indígenas y esclavos negros en una nueva civilización católica. El objetivo de España nunca fue el enriquecimiento comercial de la metrópoli sino el crecimiento espiritual de indígenas y africanos. En las manos de Nuix, España se convirtió en una sociedad caracterizada por la armonía e integración, no separación, de razas, inclusive el mestizaje (particularmente matrimonios entre elites indígenas y españoles).

Semejante visión comparativa ha caracterizado a la historiografía española, inclusive antes que Nuix la popularizara. A raíz del retorno de la Habana a España en 1763 después de su caída en 1762 en manos británicas, la corona española celebró a tropas pardas (libres) y morenas (esclavos) por su valentía, en contraste con la cobardía de sus elites blancas. Las celebraciones se caracterizaron por medallas a milicianos negros, la manumisión de cerca de doscientos esclavos, y nuevas políticas militares en el Caribe y el imperio. La corona compró más de cuatro mil esclavos africanos que como ‘esclavos del rey’ construirán fortificaciones en la Habana y se integrarían a los ejércitos contra los británicos. Estos esclavos podrían ganar su libertad mientras gozaban de ciertas protecciones y fueros corporativos. La guerra de los Siete Años transformó el Caribe español en tanto liberó el comercio de esclavos en territorios hispánicos y en tanto desató el crecimiento de ejércitos de ‘pardos’ y ‘morenos’ empoderados como milicianos con derechos en sociedades locales. Estas políticas hicieron atractivas las colonias españolas a esclavos en colonias británicas, holandesas, y francesas que huyeron a Florida, Venezuela, y Cuba buscando su libertad. Estas políticas también hicieron posibles narrativas comparativas como las de Nuix, exaltando como únicas la incorporación racial o mestizaje de las colonias españolas.

Las ideas de Nuix y de los reformadores borbónicos ilustrados culminarán con la constitución de Cádiz de 1812 que incluyó como “españoles” tanto a “indios” como a ‘negros’, a pesar de que estos últimos únicamente podían adquirir derechos de ciudadanía a partir de su ‘servicio’ a la nación. Los debates de Cádiz se caracterizaron por el uso de contrastes y comparaciones con los regímenes imperiales británicos y norteamericanos racialmente segregacionistas y excluyentes. En la ilustración española surgió entonces una definición de “España” como integradora de razas cuya prioridad más que el crecimiento comercial de las colonias fue el transformar ‘bárbaros’ en vecinos, cristianos y “españoles”. La prioridad de la corona, de acuerdo con esta interpretación, no fue enriquecer a los colonos sino financiar a la iglesia católica para transformar en reducciones y misiones a los “salvajes’ en todas las fronteras. En contraste con los británicos y norteamericanos, lo que hacía a alguien español en las Indias no era su raza sino su forma de vivir en sociedad y su religión.

Paradójicamente, esta narrativa integradora de razas bajo una misma civilización, lenguaje y religión, se convirtió en la ideología de la expansión de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico en el siglo diecinueve después de la pérdida en España de la mayoría de sus colonias. El XIX en España ha sido caracterizado como un siglo de fracaso en la construcción de la nación debido a permanentes guerras civiles entre conservadores y liberales y a la resistencia de reinos y regiones a someterse a un régimen de uniformidad lingüística y legal. Y sin embargo fue el consenso de la narrativa integradora colonial lo que permitió a conservadores y liberales, vascos, catalanes y castellanos inventar historiográficamente a España. Es decidor que fue únicamente después de las independencias Iberoamericanas que el culto a Colón creció en España. La Colombia española en Cuba y Puerto Rico fue muy similar a la Colombia de Viscardo y de Miranda: la idea de una nación mestiza, integradora de razas. A Colón se lo celebró desde la segunda mitad del XIX por la creación de un sistema de armonía de “razas”, no por su ‘descubrimiento”

Latinoamérica nació en 1856 como una nueva categoría geopolítica para confrontar el filibusterismo norteamericano en Centroamérica. Después de enfrentar más de tres décadas de expansionismo y racismo imperial en Texas, Panamá y California, la antigua Hispanoamérica fue paulatinamente dejando de exaltar la sociedad norteamericana, culto que caracterizó a próceres como Miranda. Pero el giro no fue un giro identitario brusco. La caracterización del colonialismo español en América siguió siendo el mismo de Viscardo y Miranda, negativo y sin contrastes. Inclusive élites más conservadoras y religiosas como García Moreno en Ecuador siguieron borrando a España del pasado nacional. Para fortalecer a la nación, Garcia Moreno fortaleció la la iglesia promoviendo cultos religiosos franceses e invitando a Jesuitas alemanes a crear universidades y observatorios.

Pero el conflicto con los EEUU forzó a las naciones hispanoamericanas-colombianas a refugiarse en el discurso historiográfico comparativo de Niux. Conforme el discurso decimonónico separaba a la raza “Latina” de la “Anglo Sajona”, viajeros, diplomáticos, y residentes hispanoamericanos en San Francisco, Nuevo Orleans, Filadelfia y Nueva York empezaron desde los 1830s a llamar la atención en periódicos en español sobre la naturaleza excluyente y racista de la sociedad norteamericana. Esta caracterización de los EEUU se asoció desde entonces a atributos raciales Anglo Sajones. La raza ‘Latina’ se definió a su vez como una raza mediterránea de mestizos, que desde el imperio romano se caracterizó por la integración y homogenización de razas como proyecto civilizatorio.

Lo que originalmente fue una crítica negativa a las razas mezcladas como degeneradas, se convirtió en manos de poblaciones hispanas en una crítica de la supremacía blanca norteamericana y su corolario: la expansión imperial a territorios indígenas e hispanoamericanos. Latinoamérica surgió de la confluencia de dos modelo historiográficos: El de Viscardo y Miranda, que deprecando a España resaltó el origen indígena de las nuevas naciones, y el de Niux, que a partir de un análisis comparativo exaltó a España por su historia de integración y armonía racial. Fue en gran parte gracias al conflicto con los EEUU que Hispanoamérica volvió a valorar una parte de su pasado colonial.

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