¿Dónde están los “Indios”?

Jorge Cañizares-Esguerra
5 min readDec 8, 2020

Prólogo a la obra de Mireya Salgado “Indios Altivos e Inquietos”. Conflicto y política popular en el tiempo de las sublevaciones: Riobamba en 1764 y Otavalo en 1777 (FLACSO, 2021)

En su libro sobre los levantamientos indígenas de los corregimientos de Riobamba y Otavalo, Mireya Salgado hace añicos la mismísima categoría de “indio,” central a la historiografía colonial. Si miramos de cerca dos levantamientos en 1764 en Riobamba y en 1777 en Otavalo, no encontramos sino peculiares experiencias de etnogénesis urbana y rural de individuos que la historiografía insiste compartieron la misma identidad colonial: “Indios”.

La audiencia de Quito sobrellevó una crisis de cerca de un siglo: epidemias, terremotos, volcanes, y miseria desencadenada por una reorganización geopolítica y económica regional, hemisférica, y global. Regiones como las de Riobamba, que habían producido por cerca de 200 años paños y bayetas para los mercados alto peruanos, dejaron de hacerlo. Obrajes de comunidad cerraron y los caciques dejaron de redistribuir. Siguiendo patrones antiguos de migración interna, miembros de comunidades optaron por reasentarse en pueblos y ciudades como forasteros. Otros migraron a haciendas. Al perder miembros las comunidades, los caciques tuvieron que mantener o aumentar tasas de tributos. El crecimiento de migraciones y haciendas abrieron las comunidades a la venta y especulación de tierras a mestizos y “españoles.”

Salgado encuentra que hacia el segundo cuarto del siglo los memoriales de caciques empezaron una sucesión interminable de lamentos, que por lo general quedaron sin respuesta por las autoridades: no hubo ni mandamientos, ni ordenanzas, ni cédulas protegiendo a los indios. Los litigios asociados a la composición de tierras también aumentaron. Mientras tanto nuevas poblaciones urbanas de forasteros crecían en la ciudad de Riobamba. En 1764, la corona decidió hacer una nueva “numeración” de tributarios para responder a los lamentos de caciques y comunidades y detener la transferencia de tierras de comunidades a haciendas.

Salgado demuestra que la numeración desencadenó una revuelta entre los forasteros de la ciudad de Riobamba primero y después entre las comunidades más afectadas por la crisis de los obrajes, venta de tierras, y perdida de tributarios.

Lo llamativo de esta revuelta es que los intereses en conflicto de forasteros urbanos y caciques de comunidades se complementa y lo que en un principio fue una revuelta urbana de “indios” se convirtió rápidamente también en un levantamiento de comunidades del corregimiento, a quienes paradójicamente la nueva “numeración” buscaba beneficiar.

Lo que explica esta alianza de intereses encontrados fue la presencia, tanto en comunidades afectadas como en entre los forasteros urbanos, de los mismos intereses corporativos religiosos: franciscanos. Los franciscanos se encontraban entonces batallando la secularización de doctrinas con curas párrocos en comunidades indígenas. En Riobamba, esos mismos franciscanos, servían a los nuevos forasteros en parroquias urbanas. Los forasteros encontraron en el discurso franciscano que promovía la incorporación de clero indígena aliados en prácticas religiosas. Los forasteros encontraron en la piedad y escolaridad franciscana avenidas de promoción y acenso social como cantores y mayordomos y miembros de nuevas parroquias.

Salgado explora la naturaleza del levantamiento indígena-franciscano en la ciudad y corregimiento de Riobamba y encuentra patrones políticos de antiguo régimen, a pesar de los orígenes humildes y no aristocrático de los forasteros. Los forasteros y caciques del corregimiento imaginaron un discurso de “reino” indígena que buscó expulsar a los “españoles” al mismo tiempo que promovió identidades y practicas católicas.

La respuesta de la corona a esta crisis fue parar la numeración y ofrecer “perdón” a los amotinados. Gobernadores y corregidores no buscaron castigar a los líderes del movimiento. Con la ayuda de los franciscanos buscaron calmar a los alzados. La respuesta de las autoridades desactivó al movimiento con prontitud. Se podría decir que el levantamiento funcionó en tanto la numeración fue suspendida y la secularización de doctrinas se detuvo.

Salgado demuestra que el régimen borbónico no fue en esencia diferente al Habsburgo: tuvo que responder a las presiones desde abajo y negociar constantemente para sobrevivir.

Lo contradictorio de la imagen que Salgado introduce es que miembros desarraigados de comunidades rurales con nuevas identidades religiosas y urbanas fueron los encargados de liderar un movimiento social de antiguo régimen que buscó reproducir nuevos reinos y linajes. Los nuevos rebeldes dejaron intacto los intereses de caciques rurales y de religiosos franciscanos. Lo que parecía ser un levantamiento “antiespañol” no dejó de ser más que un esfuerzo por restablecer economías morales barrocas Habsburgos.

II

Esta tipología tradicional del “indio” colonial sin embargo no sirve para interpretar el levantamiento del corregimiento de Otavalo de 1777. Trece años después del de Riobamba, el levantamiento de corregimiento de Otavalo tuvo características muy diferentes. Riobamba y Otavalo estaban tan distanciados el uno de otro como Marte de Venus. El levantamiento de Otavalo también se inició una vez que gobernadores y corregidores buscaron reintroducir nuevas “numeraciones” de tributarios en comunidades indígenas. Como Riobamba, Otavalo fue una zona de ovejas, obrajes y telares. A diferencia de Riobamba, sin embargo, Otavalo no experimentó una crisis obrajera ya que la producción de paños y bayetas se reorientó del Perú al sur colombiano a las zonas mineras de Barbacoas.

La crisis quiteña del XVIII se manifestó en Otavalo de manera diferente que en Riobamba. En Otavalo, los caciques principales mantuvieron fidelidad al régimen mientras los caciques de parcialidades experimentaron pérdidas de tierras y tributarios a haciendas obrajeras. La zona de Otavalo respondió a la crisis del XVIII con corregidores que promovieron repartimientos de mercancías (algodón) a las comunidades locales para aumentar la exportación al sur de Nueva Granada. Las haciendas crecieron con forasteros y tierras de comunidades.

La respuesta de Otavalo a la numeración de 1777 fue por lo tanto muy diferente a la de Riobamba. No fue una respuesta con un discurso indígena de reino sino una respuesta republicana de ciudadanía. La dirección del movimiento no fueron forasteros asociados a las estructuras religiosas coloniales o caciques de cabeceras, como en Riobamba, sino “hijos” comuneros promovidos por “cacicas”, mujeres de pueblos sujetos. Salgado investiga un movimiento social muchísimo más violento que el de Riobamba que buscó destruir y quemar haciendas y matar a mayordomos y españoles, no negociar. El movimiento de Otavalo destruyó cuentas y papeles de obrajes, tanto de comunidad como de hacienda.

A diferencia del movimiento de Riobamba que fue depuesto por la habilidad negociadora de franciscanos, el de Otavalo fue destruido por la fuerza y el uso de milicias mestizas y “españolas” urbanas. Como el de Riobamba, el levantamiento de Otavalo colapso rápidamente, pero lo fue en parte por la migración masiva de rebeldes de comunidades y haciendas a zonas de frontera en las cejas de montaña amazónica y costera. Los rebeldes retornaron en realidad y simbólicamente a las “montañas”. Los rebeldes retomaron una identidad pagana y abiertamente anticristiana. Los rebeldes reconstruyeron comunidades nuevas fuera del control colonial.

El trabajo de Salgado es riguroso y provocativo. Demuestra que lo indígena en las américas es una máscara que oculta diferencias profundas en las dinámicas de rebelión y etnogénesis, es decir en la forma en que comunidades e individuos indígenas siempre se transformaron. Riobamba y Otavalo sufrieron levantamientos indígenas por causas similares: la crisis obrajera y de epidemias y terremotos de Quito del XVIII, Los levantamientos y sus dinámicas, sin embargo, fueron radicalmente distintas. Los discursos políticos de rebelión fueron profundamente diferentes en uno y otro sector, a pesar de su cercanía geográfica.

La obra de Salgado es un aporte importante al estudio de políticas indígena desencadenas por las reformas borbónicas. Deber ser integrada a los estudios de Carles F Walker, Sergio Serulnikov, y Sinclair Thomson sobre los levantamientos de Tupac Amaru en el Cusco y Tupac Catari en el Alto Perú

.

--

--